sábado, 12 de abril de 2014

Tres sencillos pasos para denigrar tu puesto de trabajo

Últimamente estoy encontrando por las redes algunas infografías que (siempre en mi opinión) malinterpretan el modelo propuesto por Steven Covey en su ya clásico libro "Los Siete Hábitos de las Personas Altamente Efectivas", una obra publicada hace ya siglos (en 1989) pero que sigue gozando de una gran frescura.

Y es una pena porque es un modelo tan útil para reflexionar sobre tu situación actual (personal o profesional) como capaz de predecir tu futuro con extrema precisión cuando no sabes interpretar correctamente.las lecciones que te ofrece.

Para demostrarlo, voy a proponeros tres pasos sencillos que podéis seguir para convertir cualquier trabajo medianamente interesante en un compendio de despropósitos que os harán nadar entre el tedio y un amargo despido.

LOS CUATRO CUADRANTES

Tras una búsqueda rápida, he encontrado esta imagen que representa bastante bien los cuatro cuadrantes en los que Covey ordena las diferentes tareas que pueden realizarse en un trabajo (fuente...).

Supongo que la mayoría de vosotros conocéis esta clasificación: habla de las tareas en función de su URGENCIA e IMPORTANCIA.

He escogido este diagrama porque ofrece algunos ejemplos del tipo de actividades que caracterizan cada cuadrante y porque detalla los posibles efectos de mantenerte un cierto tiempo en cualquier de ellos.



La situación ideal es trabajar en temas importantes que no sean urgentes. Eres un privilegiado, tienes tiempo para reflexionar, para hacer las cosas bien, para demostrar tu valía y labrarte un buen futuro.

Por desgracia, los recursos de las organizaciones son más bien limitados y la necesidad de cambio continua, así que tendrás que enfrentarte con temas importantes que debes resolver con premura. Aquí tu vida comienza a complicarse, apenas tienes tiempo para planificar y vas de un lado a otro apagando fuegos mientras luchas contra el estrés. Eso sí, aún tienes la oportunidad de demostrar tu valía si consigues llevar a buen término las tareas encomendadas. Resolver un tema urgente e importante da siempre una gran visibilidad.

Mucho más triste, aburrida o deprimente es la parte inferior del cuadrante cuando te ves abocado a lidiar con temas no importantes. Si no son urgentes, tienen un pase. No vas a ser el empleado del mes pero, al menos, disfrutarás de una vida tranquila (algunos podríamos pensar que un tanto aburrida). Pero, si además debes estar constantemente enfrascado en temas banales que no pueden esperar, entonces tienes un (gran) problema. El estrés y el mal  humor no tardarán en apoderarse de tu persona, seguramente acabarás quemado tras una temporada.

De lo anterior, se infiere que la situación óptima es trabajar en temas importantes no urgentes (II) y la menos deseable cuando tienes que dedicar el tiempo a la solución de problemas poco importantes pero urgentes (IV). Si tienes tiempo (¿no estamos hablando precisamente de esto?) quizás deberías clasificar las actividades que realizas en tu empresa en estos cuadrantes. El ejercicio te dará una buena visión de tu situación actual y, tal vez, algunas ideas sobre cómo mejorarla. Por supuesto, es inevitable tener que acometer tareas de todo tipo, lo importante es asegurar una buena proporción de ellas en los cuadrantes más favorables.

Por cierto, aunque el modelo se utiliza principalmente en el entorno profesional, es también una gran herramienta para analizar la situación personal. ¿Te pasas el día yendo al "súper" o limpiando la casa?, ¿no tienes tiempo o recursos para emprender grandes viajes o dedicarte a tus hobbies preferidos?, ¿llevas meses sin una tarde libre para dedicarla a familiares y amigos?. Es, en el fondo, una problemática muy similar.

CÓMO DENIGRAR TU PUESTO DE TRABAJO

Nada en esta vida es para siempre y menos los trabajos como hemos comprobado recientemente con la última crisis. Tampoco lo son las actividades que realizamos y éstas pueden fluir con cierta facilidad de unas áreas a otras del cuadrante ideado por Steven Covey.

Supongamos que el Presidente de la compañía te llama a su despacho. Como todos sabemos, lo primero es echar un último vistazo a la mesa de trabajo, nunca se sabe si volverás a verla. Después te armas de valor y subes un par de plantas para comprobar que el Director de Recursos Humanos no está presente, así que respiras. El objetivo de la reunión es encargarte una nueva misión consistente en diseñar un Plan de Mejora para algún proceso de tu competencia. Deberá implantarse el año que viene. Perfecto, es un trabajo importante pero tienes tiempo.

Y como no hay prisa, dejas pasar el tiempo, quizás por desidia o, mucho más probablemente, agobiado por temas más prioritarios aunque de menor calado. Meses después la fecha de entrega se cierne sobre tu cabeza y el plan aún no está listo. Sigue siendo importante pero ahora es, además, urgente. Has perdido la oportunidad de hacer un gran trabajo, pero aún puedes salir airoso entregándolo a tiempo. Aunque no sea perfecto; ya habrá tiempo para corregir los errores mientras vayas gestionando el cambio.

Pero surge una nueva crisis (inesperada, por eso es una crisis) y sabes que ya no podrás cumplir con los plazos establecidos. El Presidente lo entenderá, tienes que atender un tema más prioritario, la supervivencia de la empresa está en tus manos. Y lo entiende, así que te permite retrasar la entrega en uno o dos trimestres.

Sabes que la importancia del plan ha disminuido. Con tantos retrasos no han podido esperarte y se han hecho algunos apaños para resolver la problemática aunque sea parcialmente. Pero eres un hombre de palabra y decides entregar el dichoso plan aunque para ello tengas que trabajar noches y fines de semana (dormir es de cobardes). Y comienzas a adentrarte en el lado oscuro de la fuerza, trabajando en un plan que ya no es importante ni urgente (aunque tú aún sigas pensando que lo es).

Pero lo peor aún no ha llegado. Finalmente terminas el plan y lo presentas en una reunión extraordinaria del Comité de Dirección para descubrir que, incomprensiblemente, ninguno de los directivos muestra el mínimo interés por su contenido. Recibes un par de palmaditas en la espalda pero ningún recurso para implantarlo.

Sin apenas darte cuenta, has conseguido convertir un tema importante que podrías abordar con calma en otro que ya no interesa a nadie y que, en consecuencia, ya ni siquiera urge abordarlo.

A partir de aquí comienza la cuesta abajo. Ya no recibirás este tipo de encargos y te verás abocado a tratar continuamente con problemas que deben solucionarse de forma inmediata. Y te irás quemando hasta que decidas dejar de aceptar este tipo de misiones y consigas dedicar toda tu actividad profesional a tratar con asuntos que no sean ni importantes ni urgentes.

Por desgracia este tipo de trabajo ni se valora ni se remunera así que es posible que no tardes en salir de la empresa. Tu despido se convertirá así en un tema urgente e importante para el Responsable de Recursos Humanos.

LOS TRES PASOS
  1. No dediques el tiempo suficiente a los temas importantes cuando aún no son prioritarios. Los convertirás en urgentes y, como seguirán siendo relevantes, tu nivel de estrés aumentará pero, tranquilo, tiene solución.
  2. No resuelvas los temas importantes y urgentes con diligencia. Conseguirás así que pierdan relevancia y bajará tu nivel de estrés. La frustración comenzará a adueñarse de tu existencia pero tampoco es un gran problema.
  3. Si te ves abocado a dedicar la mayor parte de tu tiempo a resolver temas no relevantes y urgentes, no te desesperes. Puedes utilizar la misma técnica del paso dos y convertirlos en temas ni relevantes ni prioritarios. Tu experiencia profesional será así mucho más tranquila, probablemente algo más aburrida y, seguramente, mucho más corta.

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