No obstante, a nadie se le escapa que acumular conocimiento ha sido una preocupación de la humanidad desde su misma concepción; la capacidad para transmitir información de una generación a la siguiente es, sin duda, una de los factores que más ha facilitado nuestra supervivencia como especie.
No voy a remontarme tan lejos; apenas retrocederé dos milenios y unos cuantos siglos para presentaros uno de los primeros planes de gestión de conocimiento de los que se tiene noticia. Es un buen plan, concebido con el corazón y desarrollado con la cabeza, un plan que, como suele ocurrir, no dio los frutos esperados. Fracasó, sí, pero también influyó de forma decisiva en el desarrollo de la cultura occidental.
ALGUNAS ACLARACIONES
El protagonista de esta historia es Pitágoras, un filósofo y matemático presocrático bien conocido gracias al famoso teorema de los catetos y la hipotenusa. Y, sin embargo, nada sabemos con seguridad sobre su vida excepto que no descubrió el teorema que lleva su nombre, ése que todos estudiamos cuando damos los primeros pasos geométricos. En realidad, la relación entre los lados de un triángulo rectángulo aparece ya plasmada en algunas tablas de arcilla abarrotadas de escritura cuneiforme descubiertas en Mesopotamia y fechadas casi mil años antes del nacimiento de Pitágoras.
Todas las biografías de Pitágoras fueron escritas dos o tres siglos después de su muerte y todas están tamizadas por la épica propia de una época en la que la mitología apenas comenzaba a dar paso a la historia. Hay investigadores que le consideran una leyenda, un personaje que jamás existió. Los demás proponen diferentes fechas para su nacimiento, discrepan sobre su formación, los viajes que realizó o el lugar donde falleció.
Afortunadamente, para el tema que nos ocupa, estas indefiniciones carecen de importancia lo cual me permitirá presentar mi versión de los hechos sin demasiado cargo de conciencia.
LOS PRIMEROS AÑOS
Pitágoras nació en la isla de Samos, en algún momento del siglo sexto antes de nuestra era. La polis griega está situada frente a la costa más occidental de Turquía dominada, por aquél entonces, por ciudades como Efeso y Mileto. Esta proximidad le permitió conocer (en persona o a través de sus trabajos) a personajes de la talla de Tales de Mileto (uno de los Siete Sabios de la Antigüedad y la primera persona de la que se tiene constancia capaz de predecir un eclipse), Ferécides (tío materno y también incluido en la lista de los Siete) o Anaximandro.
Aconsejado por Ferécides, abandonó pronto la isla para continuar su formación en Egipto en donde fue admitido gracias a una carta de recomendación de Polícrates, un tirano, un pirata pero también un gran estadista que años más tarde conseguiría convertir a la pequeña Samos en la gran dominadora del Mar Egeo. En favor de Polícrates he de deciros que fue un buen gobernante, amado y respetado por su pueblo. Aunque el término tirano tiene ahora connotaciones peyorativas, la tiranía en la Grecia Clásica gozaba del apoyo del pueblo pues, generalmente, surgía como consecuencia de su respuesta ante los abusos del poder establecido. Destino igual de injusto han seguido los déspotas, miembros de la nobleza en el imperio bizantino, y los dictadores, venerables magistrados del senado romano nombrados entre patricios o plebeyos para defender al imperio en los momentos más críticos.
Gracias a esa recomendación, Pitágoras fue admitido como estudiante en algunos de los templos egipcios más importantes e, incluso, logró ser ordenado sacerdote. Se piensa que fue el primer occidental capaz de leer y escribir jeroglíficos.
Su estancia en Egipto fue interrumpida por la invasión persa protagonizada por Cambises, hijo de Ciro el Conquistador, fundador de la dinastía Aqueménida. Tras la derrota del faraón en el año 525 a.C. (esta fecha sí es bastante segura), Pitágoras fue deportado a Babilonia como uno de los más preciados botines de guerra; no es de extrañar pues, por aquel entonces, era ya un personaje célebre con una importante reputación entre las dos únicas potencias aún capaces de resistir la avenida persa: Egipto y Grecia.
Permaneció en Babilonia (con permiso de Tebas la ciudad más fabulosa de la historia) unos años hasta que una revuelta interna, promovida por los magoi, los sacerdotes del zoroastrismo, la religión fundada por Zaratrusta, derrocó a Cambises. Se piensa (algunos autores no dan veracidad alguna a la estancia de Pitágoras en Babilonia) que el de Samos, aprovechando la confusión y el caos provocado por estas revueltas, logró escapar de Babilonia y volver a su tierra natal.
GAP ANALYSIS
Estos dos viajes marcaron el pensamiento de Pitágoras, preocupado por los avances científicos, técnicos y militares de las dos potencias rivales, sabedor de que Grecia no podría resistir demasiado tiempo si no lograba equipararse con ellas.
Las matemáticas griegas (o, mejor, sus cálculos geométricos, aún ni siquiera trabajaban con números) eran incapaces de rivalizar con los ancestrales conocimientos atesorados durante milenios por egipcios, iranís, hindúes, sumerios, acadios, caldeos, asirios y medos. Y soy demasiado amable. En realidad, los mesopotámicos conocían desde hacía más de mil doscientos años las soluciones de algunos de los problemas que ahora atormentaban a los grandes pensadores helenos. Aunque nos gusta pensar en ellos como los padres de la civilización occidental, en Mesopotamia se han encontrado innumerables evidencias que constatan la superioridad de las matemáticas y la tecnología de los sumerios y sucesores.
Consideraciones similares pueden realizarse sobre la ingeniería y la arquitectura. Los primeros templos dóricos y jónicos, levantados principalmente en madera, eran chabolas comparados con los fastuosos Karnak, Luxor o la Torre de Babel (su verdadero nombre es la Casa de la Fundación del Cielo y la Tierra), los Jardines Colgantes o los templos de Marduk y Nabucodonosor que agasajaban Babilonia.
Constatar la carencias propias y la necesidad de solventarlas, es el primer paso para establecer un Plan de Gestión del Conocimiento. Ahora hablaríamos de realizar un "gap analysis", es decir, comparar la situación actual con la deseada con el fin de establecer un plan de acción que nos lleve a alcanzar el objetivo marcado.
EL PLAN
Tras veinte años de ausencia, Pitágoras regresó a Samos con un plan gestándose en su cabeza para fomentar el progreso científico entre sus conciudadanos, único garante de la supervivencia de la civilización griega frente al acoso de unos persas que ya comenzaban a expandirse por el mar Egeo.
Pitágoras planeaba fundar una serie de escuelas repartidas por toda la Hélade en donde instruiría a los discípulos en la doctrina de la purificación y perfeccionamiento del alma como único medio para alcanzar la armonía y la compresión de la estructura aritmética y geométrica de un Cosmos regido por estrictas leyes matemáticas. Convertiría así a las ciencias exactas en las rectoras del orden del Universo y en el centro de toda investigación científica. Un buen punto de partida para iniciar una revolución científica.
Fundó la primera escuela en Samos, conocida como el Semicírculo. No tuvo demasiado éxito, pocos son profetas en su tierra, pero este primer ensayo sirvió para sentar las bases de otros proyectos mucho más ambiciosos.
En el círculo de Pitágoras estaban los matemáticos (matematikoi), los que podían hablar y expresar libremente sus opiniones sobre las teorías científicas, y los acústicos (Akousmtikoi) estudiantes aún sin completar el ciclo de iniciación y, por tanto, sólo dedicados a escuchar y aprender. La transmisión interna del conocimiento y el más absoluto secreto de puertas hacia fuera presidían las relaciones entre los miembros de la escuela y la sociedad que les rodeaba.
Decepcionado ante la incomprensión de sus compatriotas, Pitágoras se desplazó a la Magna Grecia, la región de Calabria situada en la planta de la bota italiana, donde los griegos habían fundado una serie de colonias que, esperaba, estuvieran más dispuestas a escuchar nuevas teorías y a aceptar y promover los cambios.
Fundó la segunda escuela pitagórica en Crotona (la eterna rival de Sibaris, situada a pocos kilómetros de distancia) y desde allí comenzaron a crecer pequeñas comunidades pitagóricas en colonias cercanas como Locri, Regio de Calabria o Tarento. Por fin, sus enseñanzas comenzaban a difundirse por todo el mundo griego.
En definitiva, Pitágoras había establecido una organización (matemáticos y acústicos) orientada a la creación y difusión del conocimiento. Estableció estrictas reglas de relación entre sus miembros y tuvo que lidiar con los aspectos culturales y la resistencia al cambio que parece presidir la naturaleza humana.
¿ÉXITO O FRACASO?
En pocos años las escuelas y comunidades pitagóricas aglutinaron una buena parte del saber de Grecia y, con él, el de la Europa occidental. También acapararon un gran poder económico y político y, en consecuencia, levantaron envidias y recelos.
Tras la guerra con Sibaris (que acabó con la colonia para siempre aunque no con los sibaritas), los ciudadanos de Crotona sospecharon que los tesoros saqueados acabarían en manos de los pitagóricos y se sublevaron contra ellos destruyendo la escuela e incendiando la casa de Milón, uno de sus principales mecenas, donde se piensa murió Pitágoras.
La destrucción podría haber acabado con los planes de Pitágoras pero algunos de los supervivientes se desplazaron a Tarento para fundar la tercera de las escuelas (algunos afirman que Pitágoras estaba entre ellos) que se mantuvo activa durante unas cuantas décadas más. Otros acabaron convirtiéndose en influyentes miembros del partido dórico y ostentaron grandes cuotas de poder lo que, a la postre, aseguraría la continuidad de la influencia de Pitágoras durante, al menos, el siguiente siglo.
Tarento también cayó, provocando que los pitagóricos de nuevo se desperdigaran por los principales centros neurálgicos del mundo antiguo, una migración que constituyó el germen para la creación de la Academia de Platón. Este liceo, que recibió su nombre por estar situado frente a los jardines atenienses dedicados al héroe griego Academos, fue uno de los centros educativos y de investigación más importantes e influyentes de la antigüedad. Entre sus salas y corredores se gestaron la mayor parte de las ideas que marcarían el pensamiento occidental de los dos milenios siguientes.
CONCLUSIONES
Hace dos mil quinientos años, Pitágoras, sabedor de los avances que se estaban produciendo en otras partes del planeta, ideó un plan para hacer progresar a su comunidad, con el objetivo último de evitar su desaparición vencida por otras potencias más avanzadas.
Para llevarlo a cabo, creó una organización bien estructurada y dedicada a adquirir nuevos conocimientos y a transmitirlos entre sus miembros, los cuáles fueron repartiéndose (aunque no de forma voluntaria) por todo el mundo griego hasta conseguir crear una nueva cultura del saber que, a la postre, convertiría a Europa en la principal promotora del conocimiento científico durante los milenios siguientes.
Vigilancia Tecnológica, Gap Analysis, Objetivos bien definidos, reorganización, cambio cultural, gestión del cambio, planes de acción, todos componentes indispensables para definir un buen Plan de Gestión del Conocimiento, quizás el primero de la historia.
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Interesante lección de historia para demostrar que desde que el hombre es hombre, gestionar el conocimiento ha sido la principal preocupación...
ResponderEliminarEnhorabuena